Y sentir…

Sentir te hace estar vivo. Estar vivo implica necesariamente sentir, aunque hay sentimientos que, por exceso, por potencia o por dañinos, pueden llegar a matar.

Sentir, es ser sensible a las emociones, y las emociones son un reflejo inmaterial de la vida. Lo cual, de nuevo me lleva a que sentir, implica vivir. A veces vestidos con la armadura que nos proteje del bombardeo de sensaciones. Básico, imprescindible, es ser, otras veces, capaz de quitársela y enfrentarse desnudo a la vida para, de nuevo, sentirla. Para empaparte de ella, para que te hiera y para que te cure. Para vivir.

Añadamos una empatía que puntúa con un 11 en una escala de 1 a 10. La empatía es traicionera, aviso. Pero lo peor es cuando te sobreviene todo. Cuando sientes lo propio y lo ajeno. Es una explosión sin control alguno. Es devastador.

Estoy desubicada, desconcertada emocionalmente hablando. Muchos megatones.

Hoy he sentido que hay gente que no siente. Que hay gente que es capaz de negarse la vida, en el sentido más espiritual, para regalarse una vida vacía, creyendo que es el cuerpo y no el alma lo que debe alimentarse. Gente que lo niega todo para no negarse a ellos mismos, sin saber que llegan a la nada más absoluta, que viven una vida que no es tal.

Hoy he sentido. Dudas, miedo, tristeza, frustración, soledad, rabia, cólera. Uno tras otro. Todo a la vez. La vida se ha desbocado por sentir. Desconcertante paradoja.

He sentido amor, dulzura, agradecimiento. Ganas de decir «te quiero», necesidad de escucharlo. 

Desbordada, con la armadura por los suelos, con la sensibilidad a flor de piel. Hoy me he sentido viva. Aunque me haya dolido, hoy,  más que nunca.

Gracias infinitas a Toni Gutiérrez @calvocuarenton por darme permiso para usar parte de sus sentimientos y mezclarlos con los míos.